¿Todas las opiniones son válidas?

En clase de Lengua y Literatura de 4ºESO hemos trabajado el texto que se ofrece a continuación (y que encontramos en la red) con el propósito de intentar concienciarnos sobre la importancia de opinar con fundamento y de aprender que no todo puede ampararse en la libertad de expresión.

Rubén Béjar

"El campo de la opinión es un terreno farragoso. Es fácil caer en la pegajosa red de que bajo el palio de la opinión todo cabe, un lugar donde los argumentos quedan fuera de toda crítica porque son eso, opinión. Es una plaza compleja, también, porque se exigen las convenciones que muestren que hablas siempre bajo tu punto de vista, no se vaya a dar la sensación de que tratas de imponer tu visión del mundo como si fuera la mayor de las ofensas personales.
Es algo jodido, digo, opinar y opinar sobre opinar. Hoy ha llegado a mí una cadena de tuits que recomiendo leer sobre quien opina de arte sin saber de arte. El resumen de la cadena es, creo, que la opinión de algo con trabajo y sentido detrás debe nacer de un cierto conocimiento previo. Hacer lo contrario es irresponsable y hace de esa opinión algo poco sólido o razonable.
[…] Una sociedad madura y crítica debe estar formada por individuos lo suficientemente responsables como para informarse antes de dar una opinión. Hasta este punto todos podríamos llegar a un consenso; una sociedad crítica no ha de ser un conjunto de voces desinformadas que traten de derrumbar otras opiniones. La gracia de una opinión formada es que suma y enriquece la conversación. Una opinión vacía de contenido real embarra esa conversación.
Sin embargo, a partir de ese punto se pueden hacer cosas muy diferentes para conseguir el objetivo de una sociedad más formada. La peor de ellas es, sin duda, censurar a quien se considera poco formado para dar una opinión. Negar la voz a quien no sabe es una actitud que pone un muro insalvable para muchos, al otro lado del cuál se queda una suerte de élite que, esta vez sí, puede opinar.
Este talante, demostrado en los tuits de arriba, está muy cerca del clasismo que trata de expulsar a los supuestamente poco formados de los procesos que afectan a todos. ¿Cuándo puedo yo, muy poco formado en arte, opinar de un cuadro en una visita al Reina Sofía? Si resulta que estoy fuera del selecto grupo de conocedores de la materia que sí pueden hablar del asunto, ¿no estoy siendo expulsado de la conversación por criterios puramente clasistas?
El si no sabes de lo que hablas cállate no enriquece la conversación, la hace exclusiva. Es un argumento ad hominen -es decir, habla de quien pronuncia lo que se quiere discutir y no del argumento a discutir- que deja de hablar del asunto para centrarse en hablar de lo superior que es quien lo emite respecto al interlocutor.
Sin embargo, si a la opinión poco informada se la rebate con argumentos se pueden conseguir dos cosas: llevar razón y ayudar a alguien a entender algo. Además, si la opinión es tan pobre en argumentos, no debe costar a quien se considera formado en la materia rebatirlos como es debido, ¿no? Merece la pena hacer ese esfuerzo, aunque sólo sea por lo utópico de creer que eso hará de la sociedad un lugar mejor en vez de grupos de quien puede y quien no puede opinar. Y, también, porque el conocimiento no debe ser nunca un arma arrojadiza que humille a otros".

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